A Cada Mujer... en el Día de la Lucha por los Derechos de la Mujer
No quiero sumarme a la comercialización de una fecha tan cara a la historia de la humanidad, sobre todo en la lucha del género femenino por los derechos inalienables de igualdad, en el contexto de una sociedad machista, patriarcal e irrespirable.
No quiero sumarme con saludos al género por el mero carácter sexual, me interesa que en este día se levanten emblemas más profundos, identificados con reivindicaciones que cambiaron las bases de un contrato social injusto y retrógrado.
Quiero elevar mi saludo hacia quienes sostienen con esfuerzo reclamos que son silenciados desde hace siglos, que luchan sin descanso por mantener viva esa llama sagrada que demanda Igualdad, sin reparos, sin concesiones ni privilegios.
Quiero recordar y homenajear en este día, en este espacio, a todas las mujeres que han dejado huellas fecundas con su paso entre nosotros, capaces de sintetizar lo mejor de la creación, con sacrificios y demostraciones de grandeza que jamás dejarán de tener la significación que alcanzaron.
Por ellas, que fecundaron el amor en la aridez de sociedades asimétricas que aplicaban el rigor de un machismo infesto; por ellas, que han puesto la dulzura y el coraje necesario para oponerse a la naturalización de sometimientos ancestrales; por ellas, que jamás renunciaron a sus ideales y empuñaron la obstinación para lograr sus propósitos, enfrentando poderes sordos e insensibles.
Por aquellas mujeres, convertidas en mártires de este sistema de poder, que se atrevieron a elevar sus reclamos sin especulaciones ni vacilaciones, ofrendando sus vidas para que esta causa porte en su interior una llama eterna que propaga sus fundamentos con la certeza del amor y la convicción de la victoria.
A cada mujer que abraza su espacio de hembra con trascendencia inmanente sin contraposiciones, se realiza sin márgenes y tienden a un horizonte inalcanzable que alimenta la razón de cada día, que se hacen lágrimas, derechos y poesías, se vuelven puños y caricias.
A cada mujer que nos habita y nos da forma, nos atraviesa y nos interpela, por ellas y por nosotros, por todos, para que un día, definitivamente, podamos mirarnos de frente sin culpas por los excesos y las frustraciones de las que fuimos parte o fuimos cómplices; y entonces germinemos un mundo sin diferencias.
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