Simplemente Es Odio

Simplemente Es Odio

Lic. Raúl E. Valobra

 

Una Mañana, hace un par de años, leí un mensaje de WhatsApp de una examiga en el que me decía: "viva el cáncer", era en referencia a la enfermedad que acababa de anunciar que padecía Hugo Chávez. Juro que jamás me tocó, a nivel discursivo, atravesar por un momento de zozobra tan despiadado, que desnudaba otra enfermedad, en este caso en ella, ese odio repulsivo que la carcomía.

Mi querida docente, examiga, qué escenario familiar alimentó tu deseo irracional de muerte desde el que celebrás la enfermedad terminal de otra persona. Acaso, puede un ser humano convivir con esa ambigüedad de valores y criterios, tan dispares y contradictorios ya que tu tía afrontaba el mismo proceso de recuperación de esa enfermedad.

Cuesta creer que sea posible que alguien que tiene a un familiar cercano peleando contra el cáncer pueda expresar, sin motivos aparentes, una frase tan autodegradante y humillante para la conciencia que se alcance a exhibir en el espejo; de esa frase no se vuelve jamás, el alma es jalada hacia el infierno.

Tanto me habían hablado de aquella frase escrita en la pared que expresaba el mismo odio, allá por el 52, cuando Evita se nos fue para siempre, físicamente, para habitar la eternidad de la memoria colectiva de su pueblo. Tanto me habían hablado que pensé que era parte de una sociedad retrógrada, ya superada, una instancia que no nos tocaría revivir, sin embargo, el destino es una caja de sorpresas imprevisibles de la que aparecen monstruos del pasado con renovada fiereza.

Hace un par de semanas en un programa periodístico televisivo se mofaron irónicamente de la frase, en goce subrepticio, casi a escondidas, negado pero existente y real. Las sociedades evolucionan en muchos aspectos salvo en el humano, donde al parecer y más allá de las legislaciones vigentes en lo que hace a su concepto del otro y a la canalización de sus broncas y frustraciones aún sigue estancado en el paleolítico.

Por suerte sobrevive el mensaje de Amor, la inmortalidad de la entrega, Evita falleció con apenas 33 años y nadie puede oponerse a lo monumental de su legado y a los esclavos del odio se los tragó la historia con todo el veneno en el que se embebieron. Y estos engendros, descendientes y herederos de aquellos otros, producen lástima, no por ellos sino por nosotros que estamos expuestos a su barbarie, en contacto a su pestilencia, ante la cual nos hallamos en estado de indefensión y vulnerabilidad, qué más decirles, cómo calificarlos.

Pocas personas hicieron tanto por el prójimo como Evita, eso le valió el odio de los que se vieron expuestos en su indolencia, de quienes perdieron sus privilegios y observaron con espanto que los pobres hablaban de conquistas sociales. Cómo no iban a odiarla si fue a partir de ella que parimos un país distinto en el que acuñamos la frase que nos empuja y es bandera: “donde existe una necesidad nace un derecho”.